DESCUBRIMIENTO DE NICARAGUA
En
septiembre de 1501 los reyes nombraron a Nicolás de Ovando gobernador
y juez supremo de las Indias. En la flota de éste fueron el
joven Bartolomé de las Casas y Alonso Sánchez de Carvajal, encargado
de recaudar para Colón los beneficios correspondientes del comercio
de las Indias y del oro. El Almirante había empezado a preparar
otro viaje de descubrimiento y escribió a Isabel y Fernando
pidiendo las necesarias instrucciones y documentos.
Respondieron
los reyes autorizando la expedición, pero le prohibieron hacer
esclavos y tocar tierra en La Española, salvo en el viaje de
regreso.
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El 9 de mayo de 1502, con la salud quebrantada y al mando de cuatro pequeñas carabelas - la Capitana, Santiago de Palos, Gallego y Vizcaíno - Colón zarpó rumbo a la más arriesgada de sus expediciones, el pase a la India que suponía existente en territorio americano.
Le acompañaban
su hermano Bartolomé y su hijo Fernando.
Por la acostumbrada
ruta de Canarias, el 29 de junio ancló ante Santo Domingo, decidido
a sustituir la nave Santiago de Palos por otra. Notó inequívocos
signos de que se avecinaba una gran tormenta y así se lo comunicó
al gobernador Ovando, a quien solicitó permiso para entrar en
el estuario y recomendó que no dejara partir a una numerosa
flota a punto de regresar a España. De acuerdo con las instrucciones
de los reyes, Ovando negó su permiso e, ignorando los consejos,
ordenó la salida de la flota. Las carabelas de Colón tuvieron,
pues, que afrontar fuera del puerto el huracán que se abatió
sobre Santo Domingo. Sólo la nave del Almirante pudo mantenerse
anclada; las demás, rotas las amarras, fueron arrastradas lejos
de la costa. Las cuatro, sin embargo, lograron reunirse días
después. En cambio, la flota que regresaba a España perdió veinte
barcos y más de quinientos hombres.
Hacia el suroeste
descubrió el 30 de julio las Islas de la Bahía, de Honduras.
El 14 de agosto descubrió Cabo Cajinas, el 17 del mismo mes,
desembarcó en la boca del río Tinto.
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Siempre
navegando hacia el suroeste se desató nuevamente una violenta
tempestad que duró cerca de un mes. Estuvo en tan grave peligro
que toda la tripulación se confesó, pero el 12 de septiembre,
logró doblar un cabo, la tempestad empezó a calmarse.
Las naves siguieron
hacia el sur y Colón lleno de fe dio gracias a Dios, llamo
así al cabo, "Cabo Gracias a Dios", el
que los salvó de las tempestad. La primera tierra de Nicaragua
acababa de ser descubierta permaneció allí un día, después siguió
su ruta. A 60 millas fondeó, para proveerse de leña y agua en
la desembocadura del Río Grande, perdió allí un bote con su
tripulación.
Siguiendo la
costa llegó a la desembocadura de El Rama. Ancló en al actual
Isla Bosby, el 25 del mismo mes.
En aquella tierra,
una legua adentro, encontró un pueblo indígena llamado Cariay
a orillas de un río hermoso, protegido de colinas y de árboles
de gran altura.
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Los pobladores, llenos de temor aprestaron sus armas para defenderse. Colón desembarcó hasta el día siguiente, logró entrar en pláticas con los asustados indios. Estos eran altos, robustos, risueños, su idioma diferente al de los antillanos; vestían camisas de algodón sin mangas, usaban el cabello peinado sobre la frente y el cuerpo pintado con figuras extrañas de color rojo y negro.
Los jefes llevaban
una gorra de algodón tejida y adornada con plumas; las mujeres
vestían trajes de telas vistosas; las orejas, los labios y la
nariz agujereados y usaban pendientes de oro.
En sus chozas
tenían herramientas de cobre y pedernal, crisoles, fuelles de
pieles, se alimentaban de la caza y de la pesca.
Desembarcaron
allí y queriendo tomar algunos datos del país preguntaron a
los indios por señas, cuando estos vieron escribir se asustaron,
creyendo que era asunto de hechicería y huyeron, continuaron
explorando y encontraron cadáveres embalsamados, adornados con
joyas. En las tablas que cerraban las cajas habían esculturas
de animales y de rostros humanos.
Tomó Colón dos
indios para que le sirvieran de guía, y siguió navegando. El
5 de Octubre salió rumbo a la costa de Vergaua.
El 24 de julio
fondearon en una isla del Jardín de la Reina (quizás el actual
Cayo Largo) y el 1 de agosto descubrieron la América Central
a la altura de la punta de Caxinas (cabo Honduras). El Almirante
no buscaba un estrecho, como pretendió Hernando Colón cuando
ya era notorio que existía un breve istmo de separación entre
el Atlántico y el Pacífico, sino un cabo, el más meridional
de la provincia de Chiamba, la larga península que constituía
el límite oriental de Asia. Costeando sucesivamente los actuales
países de Nicaragua, Costa Rica y Panamá, las cuatro carabelas
barloventearon hacia el Este. Cuando los indios le hablaron
de la dorada tierra de Veragua y de Ciguare, al otro lado de
la cadena montañosa, Colón entendió que Ciguare era lo mismo
que Chiamba y que había llegado al lugar donde la península
era más estrecha. Supuso que de allí a once días de viaje por
las montañas se encontraba el Índico. Asombrosamente, la prolongada
península desmentía los mapas asiáticos y torcía al Sudeste
y al Este, en vez de hacerlo al Sudoeste y al Oeste.
Durante la navegación
fondeaban de noche donde podían o se aguantaban al pairo. Tras
zarpar de río Cativa (río Cherebequi) lucharon con temporales
durante dos meses. Del 17 al 20 de diciembre anclaron en Puerto
Grande (bahía Manzanilla en el moderno Colón, a la entrada del
Canal de Panamá). Concentró entonces el Almirante sus esfuerzos
en la búsqueda del oro y desde la parte oriental de Panamá,
retrocedió al Oeste hasta la tierra que los indios llamaban
Veragua, donde le habían informado de la existencia de minas.
Este retroceso se convirtió en una de las etapas más duras del
viaje, a causa del mal tiempo y de la comida agusanada. Finalmente,
el 6 de enero de 1503, fondearon junto al río Belén. Encontraron
yacimientos de oro y se dispusieron a fundar una colonia, Santa
María de Belén, que quedaría a cargo de Bartolomé. Sin embargo,
los indios se manifestaron tan hostiles y los elementos tan
inclementes que, tras perder una docena de hombres, el Almirante
desistió de la empresa.
El 15 de abril
Colón partió de Río Belén con la Capitana, la Santiago y la
Vizcaíno; la Gallego, más dañada por el temporal y la broma,
fue abandonada. En Puerto Bello renunciaron también a la Vizcaíno
y continuaron costeando hasta cabo Marmóreo, probablemente el
actual cabo Tiburón, en la frontera entre Panamá y Colombia,
para seguir al Norte de regreso a La Española. Pasaron junto
a Las Tortugas (Little Cayman y Cayman Brac) y fondearon en
la costa sur de Cuba. El 25 de junio, la Capitana y la Santiago,
ya inútiles a causa de la broma, quedaron varadas y apuntaladas
en la playa de Santa Gloria (St. Ann´s Bay), Jamaica. El 7 de
julio Colón terminó su carta a los reyes, que diez días después
entregaría a Diego Méndez, criado del Almirante y a Bartolomé
Fieschi, antes capitán de la Vizcaíno, que marcharon a buscar
socorro a La Española. Iban en canoas nativas, a las que le
añadieron batemares, falsas quillas y velas.
Quiso el Almirante
mantener una estricta disciplina para evitar conflictos con
los nativos y prohibió que la tripulación bajara a tierra sin
su permiso. Mediante un organizado sistema de trueques obtenía
víveres de los indios. Más de cien hombres yacían amontonados
en las cubiertas y toldillas, protegidos con hojas de palmeras;
unos cuarenta padecían desnutrición y fiebres. El 2 de enero
de 1504 se declaró un motín, encabezado por los hermanos Francisco
y Diego de Porras. Sólo el temor al castigo real salvó la vida
de Cristóbal Colón y de su hermano. Los amotinados intentaron
alcanzar La Española en canoas, pero fracasaron y de regreso
a Jamaica establecieron su propio campamento.
Viendo que los
extranjeros se habían debilitado por las discordias y, hartos
de cuentas, cascabeles y bonetes, los indios manifestaron que
no les proporcionarían más víveres. Colón resolvió el problema
de un modo espectacular. Leyó en el Almanach Perpetuum,
de Abrahám Zacuto que en el plazo de tres días, el 29 de febrero,
se produciría un eclipse total de luna y advirtió a los indios
que iba a pedir a su Dios que los castigara, privándoles de
la luz lunar. En la tarde anunciada, cientos de indígenas se
congregaron ente los barcos. Cuando salió la luna ya estaba
parcialmente oscurecida y el pánico cundió entre los nativos
al verla menguar. Rogaron al almirante que la hiciera volver
y éste pidió a cambio la reanudación de los suministros. Colón
aprovechó el eclipse para calcular la posición de Santa Gloria:
determinó la latitud con precisión notable, pero se equivocó
en la longitud, situando Jamaica en un punto que correspondía
al Pacífico, al Oeste de la costa mexicana. Ocho meses después
de la partida de Fieschi y Méndez, algunos hombres que habían
permanecido fieles al Almirante planearon un nuevo motín. En
plena conspiración les visitó un navío enviado por el gobernador
Ovando para conocer su situación, pero sin intención de rescatarles;
les llevaron, al menos, una carta de Diego Méndez, que prometía
un pronto socorro.
En vista de la
carta, el Almirante ofreció amnistiar a los amotinados. Pero
estos quisieron imponer sus condiciones. Rehusó Colón y, anticipándose,
envió al Adelantado al mando de cincuenta hombres armados. Hubo
combates: murieron algunos rebeldes y el resto huyó. Francisco
de Porras fue capturado y puesto en el cepo. Hasta fines de
junio no llegó el navío fletado y pertrechado por Méndez. Habían
permanecido más de un año en Jamaica. El viaje fue lento, en
contra del viento y las corrientes y el 13 de agosto arribaron
a Santo Domingo. Allí Colón fletó otro navío y el 12 de septiembre
partió de aquellas Indias a las que nunca regresaría.
El 26 de noviembre
de 1504, tres semanas después de la llegada del Almirante a
Sanlúcar, fallecía la reina Isabel. Colón quería visitar al
rey, pero estaba demasiado enfermo para cabalgar y se entretuvo
enviado cartas a su hijo Diego, describiendo sus recelos sobre
el desarrollo de las Indias y exagerando sus dificultades económicas.
Hasta mayo de 1505 no pudo realizar el proyectado viaje a Sevilla.
Cuando el rey Fernando le recibió en audiencia, Colón reclamó
los privilegios que antaño le habían sido concedidos en Santa
Fe.
La corte se trasladó
a Salamanca en octubre y en abril a Valladolid. Colón y sus
allegados la siguieron, pero el rey tenía poco tiempo para atender
al Almirante y, seguramente, se sentía molesto por sus cartas
reiterativas, a las que contestaba con evasivas y cumplidos.
En un último
intento por que se hiciera justicia, Colón se dirigió a Juana,
la heredera de la corona de Castilla y a su esposo Felipe de
Habsburgo, ofreciéndoles sus servicios. El 19 de mayo firmó
testamento el Almirante, viendo el fin de su vida próximo y
el 20 de mayo de 1506 falleció en Valladolid, siendo enterrado
en primera instancia en el convento de San Francisco.
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